Continúo con el súper finde… el domingo el plan es ir a Florianopolis (capital del estado de Santa Catarina) a ver la ciudad. No tiene nada a excepción de unos morros (montañas) con buenas vistas de la isla… paseito y cervecita.
Después el plan es comer en Riberão da Ilha, donde hay montones de restaurantes especializados en ostras. Para que haceros a la idea, en las pescaderías te dan una docena de ostras por euro y medio más o menos. En restaurante costaban unos 8 € la docena de ostras naturales.
Comimos en el Ostradamos, otro homenaje que te mueres. Pescado, risoto de marisco, ostras, muchas ostras y buen vino… aquí comienza el desastre. En el barrio en el que estábamos (Riberão da Ilha) comiendo se celebraba un amago de carnaval: todo el mundo disfrazado, los chicos disfrazados de chicas (qué típico, no?), la gente de litros en la calle, mucho malandro… qué digo malandro! En mi vida había visto tanto macarra junto. Los coches tuneados a lo brasi con equipazos de música en los portamaletas… acojonante.
Bueno, el caso es que nuestro coche de alquiler se quedó completamente rodeado de coches. ¿Dónde está Wally? El caso es que no podíamos esperar mucho porque había algunos tenían el vuelo a casa (São Paulo) a las 20 de la tarde. Después de muchos sofocos, aguantar malandros, un pequeño enfrentamiento con un policía (realmente dan miedo) decidimos dejar el coche y a cascarla.
Como siempre en estos casos todo se soluciona como por arte de magia. A pesar de estar en un barrio en medio de la nada, atascado, en carnavales y con las calles cerradas… encontramos a un señor que nos llevó al aeropuerto por el módico precio de 30 reales (12 €).
En fin, día completo. Mañana tranquila, buena comida y tarde graciosa, desesperante pero graciosa… no quiero imaginarme como van a ser los Carnavales de Rio, si en una kk de barrio se arma semejante barullo.
Vuelo de vuelta puntual. Fernando esperándonos para llevarnos a casa y de nuevo un bajón por la vuelta a la gran urbe. São Paulo me encanta pero me agota, me agota la ciudad, su clima, su ruido, su contaminación, sus distancias, sus atascos, sus no-aceras, su estética, su gente, su lentitud, sus colas.
São Paulo me mata y me da vida a la vez.
Después el plan es comer en Riberão da Ilha, donde hay montones de restaurantes especializados en ostras. Para que haceros a la idea, en las pescaderías te dan una docena de ostras por euro y medio más o menos. En restaurante costaban unos 8 € la docena de ostras naturales.
Comimos en el Ostradamos, otro homenaje que te mueres. Pescado, risoto de marisco, ostras, muchas ostras y buen vino… aquí comienza el desastre. En el barrio en el que estábamos (Riberão da Ilha) comiendo se celebraba un amago de carnaval: todo el mundo disfrazado, los chicos disfrazados de chicas (qué típico, no?), la gente de litros en la calle, mucho malandro… qué digo malandro! En mi vida había visto tanto macarra junto. Los coches tuneados a lo brasi con equipazos de música en los portamaletas… acojonante.
Bueno, el caso es que nuestro coche de alquiler se quedó completamente rodeado de coches. ¿Dónde está Wally? El caso es que no podíamos esperar mucho porque había algunos tenían el vuelo a casa (São Paulo) a las 20 de la tarde. Después de muchos sofocos, aguantar malandros, un pequeño enfrentamiento con un policía (realmente dan miedo) decidimos dejar el coche y a cascarla.
Como siempre en estos casos todo se soluciona como por arte de magia. A pesar de estar en un barrio en medio de la nada, atascado, en carnavales y con las calles cerradas… encontramos a un señor que nos llevó al aeropuerto por el módico precio de 30 reales (12 €).
En fin, día completo. Mañana tranquila, buena comida y tarde graciosa, desesperante pero graciosa… no quiero imaginarme como van a ser los Carnavales de Rio, si en una kk de barrio se arma semejante barullo.
Vuelo de vuelta puntual. Fernando esperándonos para llevarnos a casa y de nuevo un bajón por la vuelta a la gran urbe. São Paulo me encanta pero me agota, me agota la ciudad, su clima, su ruido, su contaminación, sus distancias, sus atascos, sus no-aceras, su estética, su gente, su lentitud, sus colas.
São Paulo me mata y me da vida a la vez.