Semana rarita… lunes de empresarios, esta vez casi vecinos, de Cantabria. Buena cena, buenas caipirinhas y buena conversación. Miércoles de cena rica en un francés de Itaim. Como siempre, Silvia no falla con los restaurantes que recomienda. Unas cervecitas en el Kiaora, y a dormir. Viernes de cena más rica aún…
Moraleja: Más jornadas gastronómicas y menos festivales. Buena compañía, sintonía, y buenos ratos. Buenos momentos, momentos para mí para siempre.
La vida en São Paulo sigue siendo desordenada. La nevera continúa vacía. La convivencia con mis compañeros de casa sigue siendo mejor que buena. El trabajo me llena bastante más. La ciudad me encanta. Simplemente estoy en paz viendo la vida pasar. No. Viviendo.
Estoy más tranquila, ya no absorbo cada segundo. Consigo dormir más, sin prisa, sin nervios por verlo todo, por hacerlo todo. São Paulo me gusta, me ha enganchado. Los brasileños me caen bien, a veces me enerva su paz, su “poca eficiencia”, que quizá no sea tal, y sólo sea una forma diferente de hacer las cosas. Y ahí está lo bueno…
- Colas infinitas para hacer cualquier cosa. Para pagar uno te pregunta, otro te sirve, otro te da un papelito con el precio y otro te cobra. Pero lo bueno, es que no hay esperas al pedir una copa… ahora que para pagar en la salida, en el momento que más quieres irte a casa, tienes muchos boletos de tener una cola del infierno.
- Época de lluvias de enero a marzo, con calor pero mucha lluvia. En horario de oficina sol. Justo a la salida del curro chaparrón.
- Otoño frío. De estar en tirantes, pasamos a tener dos pares de pantalones, treinta y tres camisetas, bufanda (todo a la vez, no confundirse)… Hace más frío en mi habitación que en la calle. No llueve y la contaminación se corta con un cuchillo. Problemas de tos, garganta…
- Mi baño es un desastre. No tengo mampara. Con lo cual todas las mañanas hago una inundación.
- Las distancias son un infierno y el tráfico es aún peor. El transporte público es escaso, malo, y muchas veces parecemos ganado. Los taxis son caros (tipo Madrid).
- No puedo dar un paseo, porque las aceras son de aquella manera. El ruido me pone nerviosa. Soy desorientada. (que no estoy desorientada…).
Pero a cambio de todo eso, la ciudad lo tiene todo. Todos lo días hay algo diferente que hacer. Mi casa es increíble. Mis compañeros son lo mejor. Estoy rodeada de gente que me gusta. Los brasis son alegres, amables y me dan buen rollo.
Mi baño es un desastre, pero la casa es genial, tengo jardín y tampoco hace tanto frío. Vivo como una marquesa. La nevera está vacía pero a cambio estoy haciendo una buena ruta gastronómica por la ciudad. No puedo pasear pero tampoco es que me guste tanto andar, siempre puedo coger un taxi!!! y las charletas con los taxistas en los largos atascos ayudaron en su día a mejorar mi portugués!!! Vivo como una marquesa, estoy conociendo gente que me gusta. Hago lo que quiero cuando quiero. Me siento integrada en un mundo que me gusta. Tengo fecha de vuelta y eso me hace sentir bien. Mi mayor preocupación es pensar que hacer la siguiente tarde, pensar que mi piel es un desastre, o que me estoy poniendo más gorda. Cero estrés. Muchas nuevas experiencias. Buena vida.
Moraleja: me siento bien. Más o menos en paz. Cumpliendo expectativas. Expectativas cumplidas.
1 comentario:
Da gusto ver que estás feliz!
Ojalá las cosas fueran así por aquí, yo ya cuento los días para irme, y cada día le tengo más tirria a esta ciudad, igual si saliera el sol una semana seguida y dejara de llover.... pero bueno...
Sigue igual y disfruta de lo que queda!!!
Besos desde Quito!
Publicar un comentario