Dos horas para salir de São Paulo. Dos horas para andar escasos 50 km, esas son las maravillas de la gran ciudad. Pero aún así, me sentía feliz, encantada de salir de finde, viajar, conocer gente y convivir con una familia cada vez más cercana.
El viaje transcurre sin problemas, como siempre los hombres son los conductores, las dos mujeres placidamente dormidas en la parte de atrás. Todo hay que decirlo: “Elene, has ganado terreno, que le vamos a hacer!”
Llegada a Angra dos Reis, en el estado de Rio. No podía valorarlo, a la 1 de mañana… sólo sueño y ganas de dormir. Tras un buen sueño, un jueves soleado se presentaba lleno de energía. Abrir la ventana, buenas vistas, un entorno inmejorable. Buena compañía, y lo fundamental, muchas ganas.
Desayuno y día de barco, playa y baño, que más se puede pedir? Sí, que salga el sol por donde quiera.
Viernes de arrejuntamiento con el resto de la familia: Cris, Ale, Lucas y Elena. Allí estábamos todos, con ganas de pasarlo bien, de cachondeo, tomatina, picanha… de todo. Más barco, sol, playa, buen comer y buen beber, y camino a Ilha Grande. Que salga el sol por donde quiera. O no.
Sábado de mis sueños. La que dicen la 2ª mejor playa de Brasil. Lopes Mendes. Ahí estábamos. Los demás no sé, yo en la gloria. Simplemente tranquila, en un entorno paradisiaco. Baño en un mar revuelto y lleno de olas, paseíto, una cerveza, comer, más baños, siesta, sol… simplemente paz y mente centrada en el momento, es decir, felicidad para mi. Cero estrés, cero pensar en nada ni en nadie. Sólo yo, el entorno y mi familia postiza.